La rutina del alba.
Limitación: ausencia de nombres.
Exaltación: El olor.
Exaltación: El olor.
Comenzaba un nuevo día. El sonido ensordecedor del despertador presagiaba que aquel no sería un día diferente.
Me quedé en la cama un rato más, como si una losa de cemento aplastara mi pecho contra el colchón y se disolviera poco a poco.
Ahora pienso en Él. Es lo primero que hago cada día de mi nueva vida, desde que ya no está conmigo, con nosotros.
Me imagino cuán diferente sería aquello por lo que levantamos cada día. Nuestra aburrida vida que se convierte en una
rutina irreversible hasta el día final, sería distinta con Él. Sí, estoy segura.
Me incorporo. Piso el suelo con pies, aunque nos los tenga en él. Primero la zapatilla derecha y luego la izquierda.
Siempre igual. Camino trastabillándome hasta el baño. Mientras me miro al espejo, acaricio mi pelo y me lo recojo.
Vuelvo a prometerme que hoy sí, hoy cambiaré y saldré adelante. Promesas vanas como las de los anuncios y decepción
doble cuando vuelves a la realidad. No me gustan los engaños, pero son útiles para sobrevivir al día a día. Creerme.
Suena el teléfono. No me pregunto quién es. No hay nada que me sorprenda en mi nueva vida.
Mi madre me llama todos los días para despertarme. Desde que murió Él se preocupa por mí hasta un punto paranoico.
Creo que espera que algún día no haya respuesta al otro lado del teléfono. Es curioso como solemos las personas ayudar a
otras solamente cuando vemos que están mal de verdad. A veces es más valiosa esa ayuda antes de ver ese daño que una vez hecho,
pero es mi madre y se lo agradezco. Ya sabéis, los engaños son útiles para sobrevivir.
Vuelvo a la habitación. Hago la cama y me visto. No me preocupa si esta camiseta es bonita o si este pantalón no desentona con ella.
Antes perdía demasiado tiempo intentando estar guapa. Solamente lo hacía porque a Él le gustaba y a mí me gustaba eso. Parece tan lejano,
pero a la vez lo siento tan cerca que todavía siento su olor en mi ropa. Es algo que nunca entenderé. Una persona puedes verla, oírla, sentirla,
pero no hay nada como su olor. Es como tener todas las sensaciones en un simple olor. ¿Os lo imagináis?
Me dirijo a la cocina. Recojo la cena y friego los platos. Antes enciendo la radio. Me gusta la radio.
Es la única sorpresa agradable en mi rutina ya que no sabes que canción va a salir a continuación. Es agradable mientras que no pongan
alguna canción romántica. Las odio profundamente, son más engaños en nuestro día a día, aunque son una forma de imaginar lo imposible.
Pero yo no quiero imaginar eso más.
Apago la radio y me voy para el salón para encender mi portátil. Tengo Internet como cualquier persona normal, pero en cambio yo no lo utilizo a no ser necesario.
Me aburre lo de navegar por Internet. Prefiero ver las fotos que guardo de Él. Es lo mejor del día con diferencia ya que es en el único momento donde siento libertad.
Me siento con él. Es importante no olvidar las cosas importantes, y me atrevo a decir que Él fue la única importante en ella, mi vida. Quizás penséis que soy algo rara.
Pero pensar en lo raros que sois vosotros, aquellos que presumís de ser libres y hacer lo que queráis cuándo y cómo queráis.
No hay mayor libertad que la que te puede dar otra persona.
Deberíais probarlo.
Seco mis lágrimas. Sigo en mi rutina. Llamo a mi hermana. Con ella es diferente que con mi madre. A ella le puedo decir la verdad y dejarme de engaños.
Aunque realmente la que se desahoga es ella y no la culpo. Un marido que la engaña y dos niños en plena pubertad.
Dejando a un lado que trabaja a doble turno en unos grandes almacenes.
Todos los días me lo recuerda. Algunas veces me pregunto porque se va la gente que menos debe de irse. No digo que su marido merezca morir más que Él,
pero él engaña a su esposa y a sus hijos.
Aunque creo que ya lo voy entendiendo. El engaño y sobrevivir. ¿Y vosotros?
Hasta aquí llega mi vida. Mi día a día. Cuando salgo por la puerta de mi casa no soy yo. Hago como el resto de la gente y engaño. Aparento estar bien y ser feliz.
Trabajo sin descanso durante unas horas interminables
y por fin vuelvo al calor de mi casa. Nuestra casa. Mientras siga su olor en ella, que nunca se irá, al menos de mi mente, será de los dos.
Me levantaré y seguiré los mismos pasos un día más.
Si me va bien así, ¿para que cambiar? Todos seguimos nuestras rutinas, aunque no nos demos cuenta de ello. Ninguno queremos cambiar.
Vivir el día y vuelta a empezar.
Gracias por vuestro tiempo. Y espero que salgais de vuestra rutina!
Me quedé en la cama un rato más, como si una losa de cemento aplastara mi pecho contra el colchón y se disolviera poco a poco.
Ahora pienso en Él. Es lo primero que hago cada día de mi nueva vida, desde que ya no está conmigo, con nosotros.
Me imagino cuán diferente sería aquello por lo que levantamos cada día. Nuestra aburrida vida que se convierte en una
rutina irreversible hasta el día final, sería distinta con Él. Sí, estoy segura.
Me incorporo. Piso el suelo con pies, aunque nos los tenga en él. Primero la zapatilla derecha y luego la izquierda.
Siempre igual. Camino trastabillándome hasta el baño. Mientras me miro al espejo, acaricio mi pelo y me lo recojo.
Vuelvo a prometerme que hoy sí, hoy cambiaré y saldré adelante. Promesas vanas como las de los anuncios y decepción
doble cuando vuelves a la realidad. No me gustan los engaños, pero son útiles para sobrevivir al día a día. Creerme.
Suena el teléfono. No me pregunto quién es. No hay nada que me sorprenda en mi nueva vida.
Mi madre me llama todos los días para despertarme. Desde que murió Él se preocupa por mí hasta un punto paranoico.
Creo que espera que algún día no haya respuesta al otro lado del teléfono. Es curioso como solemos las personas ayudar a
otras solamente cuando vemos que están mal de verdad. A veces es más valiosa esa ayuda antes de ver ese daño que una vez hecho,
pero es mi madre y se lo agradezco. Ya sabéis, los engaños son útiles para sobrevivir.
Vuelvo a la habitación. Hago la cama y me visto. No me preocupa si esta camiseta es bonita o si este pantalón no desentona con ella.
Antes perdía demasiado tiempo intentando estar guapa. Solamente lo hacía porque a Él le gustaba y a mí me gustaba eso. Parece tan lejano,
pero a la vez lo siento tan cerca que todavía siento su olor en mi ropa. Es algo que nunca entenderé. Una persona puedes verla, oírla, sentirla,
pero no hay nada como su olor. Es como tener todas las sensaciones en un simple olor. ¿Os lo imagináis?
Me dirijo a la cocina. Recojo la cena y friego los platos. Antes enciendo la radio. Me gusta la radio.
Es la única sorpresa agradable en mi rutina ya que no sabes que canción va a salir a continuación. Es agradable mientras que no pongan
alguna canción romántica. Las odio profundamente, son más engaños en nuestro día a día, aunque son una forma de imaginar lo imposible.
Pero yo no quiero imaginar eso más.
Apago la radio y me voy para el salón para encender mi portátil. Tengo Internet como cualquier persona normal, pero en cambio yo no lo utilizo a no ser necesario.
Me aburre lo de navegar por Internet. Prefiero ver las fotos que guardo de Él. Es lo mejor del día con diferencia ya que es en el único momento donde siento libertad.
Me siento con él. Es importante no olvidar las cosas importantes, y me atrevo a decir que Él fue la única importante en ella, mi vida. Quizás penséis que soy algo rara.
Pero pensar en lo raros que sois vosotros, aquellos que presumís de ser libres y hacer lo que queráis cuándo y cómo queráis.
No hay mayor libertad que la que te puede dar otra persona.
Deberíais probarlo.
Seco mis lágrimas. Sigo en mi rutina. Llamo a mi hermana. Con ella es diferente que con mi madre. A ella le puedo decir la verdad y dejarme de engaños.
Aunque realmente la que se desahoga es ella y no la culpo. Un marido que la engaña y dos niños en plena pubertad.
Dejando a un lado que trabaja a doble turno en unos grandes almacenes.
Todos los días me lo recuerda. Algunas veces me pregunto porque se va la gente que menos debe de irse. No digo que su marido merezca morir más que Él,
pero él engaña a su esposa y a sus hijos.
Aunque creo que ya lo voy entendiendo. El engaño y sobrevivir. ¿Y vosotros?
Hasta aquí llega mi vida. Mi día a día. Cuando salgo por la puerta de mi casa no soy yo. Hago como el resto de la gente y engaño. Aparento estar bien y ser feliz.
Trabajo sin descanso durante unas horas interminables
y por fin vuelvo al calor de mi casa. Nuestra casa. Mientras siga su olor en ella, que nunca se irá, al menos de mi mente, será de los dos.
Me levantaré y seguiré los mismos pasos un día más.
Si me va bien así, ¿para que cambiar? Todos seguimos nuestras rutinas, aunque no nos demos cuenta de ello. Ninguno queremos cambiar.
Vivir el día y vuelta a empezar.
Gracias por vuestro tiempo. Y espero que salgais de vuestra rutina!