Terminó la Semana Santa. Semana de devoción para algunos, de vacaciones para otros y de ambas cosas para los demás. Yo me encuentro en este último grupo.
Pese a no ser navidad dónde tradicionalmente la gente siempre intenta tener buenos própositos y realizar buenas acciones, también es una época de reflexión y de riqueza espiritual. Al menos yo lo veo así. Como escuchar a esa banda de cornetas y tambores tocando con los labios agrietados sin emocinarte o como oir los pasos de los costaleros bajo el paso sin que se te erice el bello. No se trata de creer, más bien de comprender.
Afortunadamente ésta Semana Santa la pude pasar en una ciudad tan mágica como Sevilla. Más concretamente La Madrugá. Tanta veces vista por la televisión y tan diferente cuando lo ves en directo. A mi forma de entender es otra forma de creer. Creo que la mayoría de la gente que me rodeaba esa noche, y no me refiero a unos cuantos sino a miles, no van todos los domingos a misa ni rezan sus oraciones antes de acostarse, pero ese respeto ante el paso de su señor es como poco (con perdón) acojonante. Oir el silencio de miles de personas a tu alrededor sólo se puede sentir. Y tanta dedicación de tanta gente creo que merece todo ese respeto y mucho más. Siempre les estaré agradecidos. Gracias. Sabéis quienes.
Y pese a ser una semana de gran riqueza espiritual, la gente no para y con ello las noticias. Mi indignación por la muerte de esa chica de trece años a manos de una compañera de clase se vió acompañada por las declaraciones del señor Jesús Neira. Desde despotricar contra los socialistas hasta pedir el permiso de armas por sentirse inseguro. Es deporable intentar relacionar algo tan rastrero como es la violencia de género con la política e intentar lucrarse con ello. Cuando crees haberlo visto todo siempre te sorprenden.
Meditación para hoy: ¿Qué es peor, la fianza puesta a Jaime Matas de 3 millones de euros, o que la halla pagado?
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